El rey del aparcamiento

Cuando aparco el coche, de camino al trabajo, siempre miro hacía las chabolas. Están al lado de la via del tren. Desde ellas se escuchan diferentes sonidos, me sorprendo pensando que los provocará.
Son un misterio para mi curiosidad.
En una ocasión descubrí quién era el amo del aparcamiento.
Era temprano, las nueve y veinte, aproximadamente. Mis movimientos eran precisos, automáticos, realizados mientras pensaba en la reunión que tendría momentos después, mi atención no estaba en mirar mi alrededor, por eso, cuando lo ví, respondí como si estuviera viendo un animal salvaje en las praderas africanas, mi corazón se aceleró, mi cerebro emitió hormonas para prepararme ante el terrorífico estímulo que contemplaba bloqueado ante la puerta abierta de mi monovolumen.
Su precioso color fue lo que me atrajo firmemente hacía él.
Su mirada de orgullo y temor me invitaba a alejarme de él.
Al desplazarme hacía la acera, él mantuvo una distancia constante conmigo, empujandome con su caminar ladeado.
Ninguno de los dos quitaba la vista de encima del otro.
Fue un tercer invitado el que rompió esta lucha de miradas y posiciones.
Venía caminado desde la otra punta de la acera, y dirigiéndose a mi exclamó ¡ menudo amigo te has encontrado!
Si muy chulo, respondí un tanto cortado por la situación.
Me aleje y el rey del aparcamiento, se mantuvo triunfal en su pequeña parcela, retandome con la mirada a un nuevo combate.
Por el momento no hemos tenido la oportunidad, ¡todo llegará!
Ayer ví como salía de uno de estas chabolas, todo chulo, moviendo sus plumas y cacareando como si fuera el rey del aparcamiento, de la misma manera que es el rey del gallinero.
¡Menudo ejemplar!

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